domingo, 14 de abril de 2013

Acompañando al Amor


Un día se supo que la isla se hundiría.
Todos prepararon sus barcos para partir,
con excepción del amor, que quería
permanecer en su hogar hasta
el último instante.

Cuando la mayor parte de la isla estaba
ya bajo el agua, el amor decidió pedir ayuda.
En ese momento pasó la riqueza en una
imponente galera, y el amor le preguntó:

- Riqueza, ¿puedes ayudarme?

La riqueza le respondió:

- No, lo lamento. Llevo mucho oro y mucha
plata en mi barco. No hay forma de que quepas.

El amor se apresuró entonces a pedirle ayuda a la
vanidad, que navegaba en un yate muy fino y
elegantemente adornado:

- Vanidad, ¿podrías ayudarme?

Y la vanidad contestó:

- Perdóname, Amor, pero estás mojado y lleno
de barro. No quisiera ensuciar mi lindo bote.

El amor vio a la tristeza:

- Tristeza, ¿puedo ir contigo?

- Oh... Amor, -replicó,- estoy tan triste que
prefiero estar sola.

La felicidad también rechazó la petición, porque
estaba tan feliz que no quiso ocuparse de nada
que interrumpiera la dicha que sentía.

De repente, el amor escuchó una voz que lo
llamaba:

- Amor, ven, acércate. Yo te llevo.

El amor estaba tan agitado, contento, y aliviado,
que no se le ocurrió preguntar quién lo había
salvado.

Al llegar a tierra firme, el amor cayó en cuenta de
su olvido y queriendo saber a quién agradecer, le
preguntó a un anciano que contemplaba el océano.

- ¿Quién me ayudó?

- Fue el tiempo.- afirmó la sabiduría.

- ¿El tiempo? -cuestionó incrédulo el amor-
¿Por qué?

Y la sabiduría aclaró:

- Porque el tiempo es capaz de entender la
grandeza del amor.

Algunas veces dejamos de lado al amor.
¿Qué nos quedará cuando todo lo demás haya pasado?
¿Valoras, agradeces y disfrutas a quienes te aman?
¿Cuál es el barco que más navegas?