Hubo una vez un hombre que calumnió grandemente a
un amigo suyo, todo por la envidia que le tuvo al ver el
éxito que éste había alcanzado.
Tiempo después se arrepintió de la ruina que trajo con
sus calumnias a ese amigo, y visitó a el Gran Maestro a
quien le dijo:
—Quiero arreglar todo el mal que hice a mi amigo,
¿cómo puedo hacerlo?
A lo que el Gran Maestro respondió:
—Toma un saco, llenálo de plumas ligeras y pequeñas
color rojo y suelta una en cada lugar donde vayas.
El hombre muy contento por aquello tan fácil tomó
el saco, lo lleno de plumas que había teñido de rojo y
al cabo de un día las había soltado todas.
Volvió donde el Gran Maestro y le dijo:
—Ya he terminado.
A lo que el Gran Maestro contestó:
—Esa es la parte más fácil.
Ahora debes volver a llenar el saco con las mismas
plumas que soltaste. Sal a la calle y búscalas.
El hombre se sintió muy triste, pues sabía lo que eso
significaba y no pudo juntar casi ninguna.
Al volver, el Gran Maestro le dijo:
—Así como no pudiste juntar de nuevo las plumas
que volaron con el viento, así mismo el mal que hiciste
voló de boca en boca y el daño ya está hecho.
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ES MEJOR (aunque más difícil) CONSTRUIR
QUE DESTRUIR.
martes, 6 de julio de 2010
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3 comentarios:
es cierto que es más fácil destruir que construir... pero la historia sigue siendo triste, como sin salida, te puedes equivocar, pero también puedes rectificar, el castigo... siempre deja sensación de vacío.
voy a echar un vistazo también a tu blog... :)
Me recuerda un poco a otra historia que leí alguna vez. Resulta que un padre, al ver que su hijo es duro en su trato con los demás, y hasta hiriente, le da una tarea. Le pide que cada que ofenda a alguien, clave un clavo en la cerca de la casa. Al comienzo, clavaba con mucha frecuencia, pero según los veía, se daba cuenta de sus actos de una manera más tangible, y lo hacía con menos frecuencia. Cuando dejó de portarse así, fue con su padre, y este le dijo que ahora, después de cada buena acción con sus semejantes, sacara cada uno de los clavos. Así lo hizo el hijo, pero al ver las huellas de los clavos, le preguntó a su padre qué hacer con ellas. Este le dijo que debían dejarlas allí, como recuerdo de sus malas acciones, para que no se dieran en el futuro.
Me he explayado, pero es una historia que me gusta mucho. Tu blog es muy interesante, para pensar y meditar, algo genial.
Besos.
Muchas gracias por tu visita a mi blog (que también es tu blog)y muchas felicidades por tu blog y por dármelo a conocer, desde luego ha sido un gran descubrimiento. Maravilloso blog, maravillosos pensamientos y reflexiones que a más de uno nos puede servir de mucho para mejorar con nuestras vidas, como este post sobre "Dañar a alguien".
Un fuerte abrazo desde Sevilla.
Emcharos
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