Ella era la Srita. Nuñez, mientras estuvo al frente de su clase de 5° grado, el primer día de clase lo iniciaba con una mentira.
Como la mayor parte de los profesores, ella miraba a sus alumnos y les decía que a todos los quería por igual. Pero eso no era posible, porque ahí en la primera fila, desparramado sobre su asiento, estaba un niño llamado Braulio Zamora.
La señorita Nuñez había observado a Braulio desde el año anterior y había notado que él no jugaba muy bien con otros niños, su ropa estaba muy descuidada constantemente y necesitaba darse un buen baño. Braulio comenzaba a ser un tanto desagradable. Llegó el momento en que la señorita Nuñez disfrutaba al marcar los trabajos de Braulio con un plumón rojo haciendo una gran X, y colocando un cero muy llamativo en la parte superior de sus tareas.
En la escuela se le exigía revisar el historial de cada niño de su clase, y, ella dejó el expediente de Braulio para el final. Cuando por fin revisó el expediente, se llevó una gran sorpresa.
La profesora de primer grado escribió: "Braulio es un niño muy brillante con una sonrisa sin igual".
"hace su trabajo de una manera limpia y tiene muy buenos modales... es un placer tenerlo cerca".
Su profesora de segundo grado escribió: "Braulio es un excelente estudiante, se lleva muy bien con sus compañeros, pero se nota preocupado porque su madre tiene una enfermedad incurable y el ambiente en su casa debe ser muy difícil".
La profesora de tercer grado escribió: "La madre de Braulio ha muerto, ha sido muy duro para él. Aunque él trata de hacer su mejor esfuerzo, pero su padre no muestra mucho interés y el ambiente en su casa le afectará pronto sino se toman ciertas medidas".
Su profesora de cuarto grado escribió: "Braulio se encuentra atrasado en cuanto a sus compañeros y no muestra mucho interés en la escuela. No tiene muchos amigos y en ocasiones duerme en clase".
Ahora la señorita Nuñez se había dado cuenta del problema y estaba apenada con ella misma. Ella comenzó a sentirse peor cuando sus alumnos le entregaron sus regalos de Navidad, envueltos en preciosos moños y papel brillante, excepto Braulio. Su regalo estaba mal envuelto con un papel amarillento que él había tomado de una bolsa de papel.
A Nuñez le dio pánico abrir ese regalo enmedio de los otros presentes. Algunos niños comenzaron a reír cuando ella encontró un viejo brazalete y un frasco de perfume con sólo la cuarta parte de su contenido.
Ella detuvo la burla de los niños al exclamar lo precioso que era el brazalete mientras se lo probaba y se colocaba un poco del perfume en su muñeca. Braulio Zamora se quedó ese día al final de la clase el tiempo suficiente para decir: "Señorita Nuñez, el día de hoy usted huele como solía oler mi mamá".
Después de que el niño se fue, ella lloró por lo menos una hora...
Desde ese día, ella dejó de enseñarles a los niños aritmética, a leer y a escribir, en lugar de eso, comenzó a educar a los niños.
La señorita Nuñez puso atención especial en Braulio.
Conforme comenzó a trabajar con él, su crebro comenzó a revivir. Mientras más lo apoyaba, él repondía más rápido. Para el final del ciclo escolar Braulio se había convertido en uno de los niños más aplicados de la clase y a pesar de su mentira, de que quería a todos los alumnos por igual, Braulio se convirtió en uno de los consentidos de la maestra.
Un año después ella encontró una nota debajo de su puerta, era de Braulio diciéndole que ella había sido la mejor maestra que había tenido en toda su vida. Seis años después por las mismas fechas, recibió otra nota de Braulio, ahora escribía diciéndole que había terminado la preparatoria siendo el tercero de su clase y ella seguía siendo la mejor maestra que había tenido en toda su vida.
Cuatro años después, recibió otra carta que decía que a pesar que en ocasiones las cosas fueron muy duras, se mantuvo en la escuela y pronto se graduaría con los más altos honores. Él le reiteró a la señorita Nuñez que seguía siendo la mejor maestra que había tenido y su favorita.
Cuatro años después recibió otra carta. En esta ocasión le explicaba que después de que concluyó su carrera, había decidido viajar un poco, la carta le explicaba que ella seguía siendo la mejor maestra que había tenido y su favorita, pero ahora su nombre se había alargado un poco, la carta estaba firmada por Dr. Braulio G. Zamora Maldonado.
Un año después para sorpresa de la señorita Nuñez recibió otra carta. Braulio ahora decía que había conocido a una chica con la cual iba a casarse. Explicaba que su padre había muerto hace un par de años y le preguntaba a la señorita Nuñez si le gustaría ocupar en su boda el lugar que usualmente es reservado para la madre del novio... por supuesto ella aceptó.
Ella llegó a la ceremonia usando el viejo brazalete, y, se aseguró de usar el perfume que Braulio recordaba que usó su madre la última Navidad que pasaron juntos. Se dieron un gran abrazo y el Dr. Zamora le susurró al oído:
"Gracias señorita Nuñez por creer en mí. Muchas gracias por hacerme sentir importante y mostrarme que yo puedo hacer la diferencia".
La señorita Nuñez, con lágrimas en los ojos, tomó aire y dijo:
"Braulio, te equivocas, tú fuíste el que me enseñó a mí que yo puedo hacer la diferencia. No sabía cómo educar... hasta que te conocí".
jueves, 15 de julio de 2010
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3 comentarios:
¡Que buen post!
Para reflexionar...
Un saludo cordial.
WaauuWW!! Me he aguantado las lágrimas porque estoy en el trabajo, pero tengo los pelos de punta!!Nunca es tarde para cambiar las cosas.
Tienes una nueva seguidora
Secundo lo que dice Isabel, me he tenido que aguantar las lágrimas!!!
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