domingo, 16 de mayo de 2010

Para Reflexionar

El día que me veas mayor y ya no sea yo, ten paciencia e intenta entenderme.

Cuando, comiendo, me ensucie; cuando no pueda vestirme: ten paciencia.
Recuerda las horas que pasé enseñándotelo.

Si, cuando hablo contigo, repito las mismas cosas, mil y una veces, no me interrumpas y escúchame.

Cuando eras pequeño, a la hora de dormir, te tuve que explicar mil y una veces el mismo cuento hasta que te entraba el sueño.

No me avergüences cuando no quiera ducharme, ni me riñas. Recuerda cuando tenía que perseguirte y las mil excusas que inventaba para que quisieras bañarte.

Cuando veas mi ignorancia sobre las nuevas tecnologías, te pido que me des el tiempo necesario y no me mires con tu sonrisa burlona...

Te enseñé a hacer tantas cosas... Comer bien, vestirte... Y como afrontar la vida. Muchas cosas son producto del esfuerzo y la perseverancia de los dos.

Cuando en algún momento pierda la memoria o el hilo de nuestra conversación, dame el tiempo necesario para recordar. Y si no puedo hacerlo, no te pongas nervioso, seguramente lo más importante no era mi conversación y lo único que quería era estar contigo y que me escucharas.

Si alguna vez no quiero comer, no me obligues.
Conozco bien cuando lo necesito y cuando no.

Cuando mis piernas cansadas no me dejen caminar...

...dame tu mano amiga de la misma manera en que yo lo hice
cuando tu diste tus primeros pasos.

Y cuando algún día te diga que ya no quiero vivir, que quiero morir, no te enfades.
Algún día entenderás que esto no tiene nada que ver contigo, ni con tu amor, ni con el mío.

Intenta entender que a mi edad ya no se vive, sino que se sobrevive.

Algún día descubrirás que, pese a mis errores, siempre quise lo mejor para ti y que intenté facilitar el camino que tu debías andar.

No debes sentirte triste, enfadado o impotente por verme de esta manera.
Debes estar a mi lado, intenta comprenderme y ayúdame
como yo lo hice cuando tú empezaste a vivir.

Ahora te toca a ti acompañarme en mi duro caminar.
Ayúdame a acabar mi camino, con amor y paciencia.
Yo te pagaré con una sonrisa y con el inmenso amor que siempre te he tenido.

Te quiero hijo
Tu padre, tu madre, tus abuelos...

3 comentarios:

Rosa Sánchez dijo...

Sí, lo más justo que hay en la vida es que todos tenemos que pasar por lo mismo, sin excepción. Ya seamos ricos o pobres, altos o bajos...
Interesante relato.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Muy bueno y cierto a mi parecer, lo voy a tener mas en cuenta.
Muy buen Blog.
Un abrazo.

Incógnito dijo...

Que buena reflexión, muchas veces no atendemos a nuestras madres solo por estar sumergido en este básico mundo.

Saludos desde Chile.